Este cuento trata sobre un mercader persa que tuvo que hacer un viaje, y por miedo a los ladrones que le podrían robar, cogió su dinero y fue a casa de su mejor amigo. El mercader le rogó a su amigo que le guardara la bolsa con el dinero. El amigo contestó que sí, pero en cuanto el mercader se fue, su mal amigo, presa de la codicia, tuvo una malvada idea.
Cuando el mercader volvió de su viaje, se acercó a casa de su amigo y le pidió la bolsa con las monedas:
-¡Ay, amigo mío!- dijo el mal amigo. -No te lo podrás creer, pero cuando te fuiste, un ratón mordió tu bolsa y fue llevándose las monedas de una en una-.
El mercader sabía que era una mentira de su amigo, pero no dijo nada y se fue fingiendo haber creído la historia.
El mal amigo tenía una hija, a la que quería muchísimo, y el mercader la secuestró en su casa.
Un par de días después fue a visitar a su mal amigo. Llorando, le contó que había su hija había desaparecido.
-¡Ah, sí! -respondió el mercader-. Si yo vi a un águila llevándose a la niña entre las garras.
-Pero eso es imposible, -contestó el mal amigo- no creo que un águila pueda llevarse a una niña entre las garras.
-Bueno, -respondió el mercader- tan imposible como que un ratón robe cien monedas de oro de una bolsa.
Al momento, el mal amigo comprendió la lección que estaba recibiendo y fue a devolverle las monedas de oro. El mercader liberó a su hija.
Escrito y contado en clase por Mar, 5º B